» Orden de Montesa » Antecedentes históricos
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En los Siglos XIX y XX, sufrieron también, al tiempo que las Instituciones a las que estaban vinculadas, Iglesia y Corona, persecuciones que condujeron a la expoliación de sus bienes y derechos, sin compensación alguna por dichas actuaciones.
En dicho Siglo XIX, de graves acontecimientos para la Historia de España, se promulgaron leyes que afectaron negativamente a la Iglesia y a las Ordenes Militares. Tales disposiciones tuvieron lógicamente incidencia grave en el funcionamiento y en la vida normal de las Ordenes. Sin embargo, su personalidad canónica ante la Santa Sede permaneció incólume.
En 1808. José Bonaparte dispone la primera supresión civil de las Ordenes Militares y la confiscación de sus bienes; situación que es modificada después, por las Cortes de Cádiz en 1812, restaurándose las Ordenes.
Posteriormente, la inestabilidad política y la aplicación de las leyes desamortizadoras de Mendizábal y Mádoz (1835-1841), a los bienes de la Iglesia y naturalmente, a los de las Ordenes Militares, perjudicaron profunda y gravemente la estructura que venía siendo clave para el mantenimiento de las Ordenes.
Durante el reinado de Isabel II (1833-1868), Administradora Perpetua por Autoridad Apostólica de las Ordenes Militares se establece en 1851 un Concordato Iglesia-Estado. En relación con las Ordenes Militares, se disponía la creación de lo que años después fue el Priorato de las Ordenes Militares (Coto Redondo), que agrupaba en la actual provincia de Ciudad Real los antiguos territorios exentos de las Ordenes, dispersos por toda España desde la Edad Media. El titular del Priorato ostentaba el nombramiento de Obispo Titular de Dora (en Tierra Santa). Tal proyecto no se pudo realizar debido a una serie de dificultades políticas que culminaron con la renuncia del Rey Amadeo de Saboya al trono de España y el consiguiente el advenimiento de la primera República proclamada el 12 de febrero de 1873.
El gobierno de la República, a escasos días de la proclamación, por decreto de 9 de marzo de 1873 firmado por D. Emilio Castelar, declaró la disolución de las Ordenes Militares y de las Reales Maestranzas.
Posteriormente, después de la dimisión de D. Emilio Castelar y del golpe del General Pavía, el nuevo Gobierno de la República presidido por el General Serrano y siendo Ministro de Justicia D. Cristino Martos tuvo lugar el 17 de abril de 1874, el decreto de rehabilitación de las Ordenes Militares; pieza notable en su preámbulo y desarrollo, que con inigualable maestría literaria, refutaba y declaraba nulo el anterior Decreto de 9 de marzo de 1873.
Tras la Restauración, que tuvo lugar en Sagunto, el 28 de diciembre de 1874, en donde el General Martínez Campos proclamó Rey a D. Alfonso XII, se produjo, a solicitud del propio Rey ante la Santa Sede, el cumplimiento del artículo 9º del Concordato de 1851, mediante la promulgación por Su Santidad el Papa Pío IX (nono), de la Bula “Ad Apostolicam”, por la que quedaba delimitado geográficamente el Priorato en la actual provincia de Ciudad Real, como territorio “nullius diócesis”.
Esta Bula, instituye la Iglesia Prioral y su Cabildo, y establece diversas normas reguladoras, las cuales, junto con otras varias disposiciones del Gobierno, configuraron jurídicamente en esa época, el normal funcionamiento de las Ordenes Militares Españolas hasta el año 1931.
El Rey D. Alfonso XII, muere en 1885 y asume la Regencia la reina Dña. María Cristina que a los pocos meses da a luz un niño, que fue rey desde el mismo instante de nacer, con el nombre de Alfonso XIII.
La Reina, asume la Administración, por delegación Apostólica, de las Ordenes Militares, hasta la mayoría de edad del Rey, la cual alcanzó el 17 de mayo de 1902 y se le reconoció oficialmente la capacidad para reinar.
El Rey D. Alfonso XIII, mostró su apoyo y cariño hacia las Ordenes Militares, con su frecuente asistencia a los actos que celebraban y en su uniforme siempre llevaba las veneras de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, que como Gran Maestre le correspondía.
La Orden de Montesa guarda de S. M el Rey D. Alfonso XIII, un especial recuerdo, ya que, atendiendo a la solicitud que le elevan los Caballeros de la misma, autorizó mediante Real Orden de 12 de abril de 1913, el uso de la primitiva cruz negra flordelisada, llevando en su centro la roja llana de San Jorge.
La proclamación de la segunda República, el 14 de abril de 1931 y como consecuencia el destierro del Rey D. Alfonso XIII, significó una nueva y lamentable etapa, derivada del nuevo orden político, que alteró profundamente el normal funcionamiento de las Ordenes Militares y cuyas consecuencias, en cierto sentido, aún perduran.
A los pocos días del comienzo de la República y no teniendo mejor cosa en que pensar, el 29 de abril, firma D. Manuel Azaña, ministro de la Guerra un decreto provisional, por el que suprime a las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa; disuelve el Tribunal de las Ordenes Militares y se reserva las atribuciones de la soberanía que proceden de la antigua incorporación de los Maestrazgos en la Corona.
Es de observar, que en este decreto, nada se dice del Real Consejo de las Ordenes Militares, por lo que su situación jurídica quedaba “de jure” intacta. Por otro lado, tampoco se tenía en cuenta, en ningún caso, su carácter como Instituciones religiosas dependientes de la Santa Sede.
Ante semejante disparate jurídico, de supresión unilateral, reaccionó el Cardenal Primado, en nombre de todos los metropolitanos de España, solicitando la inmediata supresión del decreto, al considerarlo como materia eclesiástica sujeta al Concordato entre la Santa Sede y el Estado español.
Rectifica el gobierno de la República y emite otro decreto provisional, con fecha de 5 de agosto de ese mismo año 1931, por el que se aplica a las Ordenes Militares lo dispuesto para las Reales Mestranzas en el decreto anterior de 29 de abril; pierden el carácter oficial que tenían y quedan sometidas al régimen jurídico de la Ley Civil de Asociaciones, sin carácter militar alguno, pasando entonces, de la estructura del Ministerio de la Guerra, a la del Ministerio de la Gobernación.
Posteriormente, se otorga fuerza de Ley, con carácter retroactivo a la fecha de promulgación, a los decretos provisionales emitidos por el Ministerio de la Guerra, a los que nos hemos referido. Ley de 16 de septiembre de 1931.
Con fecha de 9 de junio de 1932, las Ordenes Militares, muy a pesar suyo y para no desaparecer civilmente, deciden acogerse a la Ley de asociaciones vigente, formalizando sus estatutos ante el Ministerio del Interior. Constituyen una Junta para gobierno y administración de sus bienes, entre los que se encontraban la Biblioteca y el Archivo.
Las Ordenes Militares, como tales, pierden el reconocimiento ante el ordenamiento civil, pero no ante la Santa Sede que en ningún momento altera la situación canónica de las mismas. Continuaron su existencia como Instituciones canónicas, celebrando sus Capítulos regularmente de forma discreta.
Durante este período republicano (1931 a 1936), las Ordenes celebraron algunos Capítulos e incluso tuvieron lugar algunos Cruzamientos y Profesiones; en cambio ya no se celebró ninguna entrada de novicios, ni hubo más concesiones de hábitos. El Rey D. Alfonso XIII, a la hora de su muerte quiso ser enterrado con el manto de las Ordenes, como así se hizo en Roma, en febrero de 1941.
Derrotada la República y finalizada la Guerra Civil (1936-1939), las Ordenes Militares, a pesar de las grandes bajas sufridas en la contienda, como así consta la lista en una gran placa de mármol que está colocada en el interior de la Iglesia de las Comendadoras de Santiago en Madrid, reanudaron sus actividades, incluyendo el Cruzamiento de algunos Caballeros que tenían concedida la merced de Hábito por S. M. el Rey D. Alfonso XIII con anterioridad al 14 de abril de 1931.
Durante esta nueva etapa del Estado Español, fallece S.M. el Rey en 1941; es decir desaparece el Gran Maestre, Administrador de las Ordenes Militares. El Real Consejo toma como primera preocupación la necesidad sentida de normalización, actualización y renovación de las cuatro Ordenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Se proponen algunas soluciones para el problema de la falta de Gran Maestre, pero no se llega a solución alguna entre la Jefatura del Estado, la Santa Sede y las propias Ordenes afectadas; sin embargo y a pesar de ello, las relaciones entre el Estado y las Ordenes Militares se mantienen cordiales y de mutuo respeto.
Como consecuencia del Acuerdo Iglesia-Estado de 1979, sobre asuntos jurídicos, el Priorato de las Ordenes Militares, mediante las Letras Apostólicas “Constat Militarium”, es elevado a Obispado de Ciudad Real en 1980 por S. S. el Papa Juan Pablo II, convirtiéndose en Diócesis sufragánea del Arzobispado de Toledo, y cuyo Prelado conservaba, por razones históricas, el Título de Prior de las Ordenes Militares.
Durante este período de cuarenta años, las Ordenes y el Real Consejo, celebran toda clase de Actos, Consejos, Capítulos, Ceremonias, Celebraciones y peregrinaciones a los Jubileos de Santiago de Compostela, siendo formalmente invitadas, como tales, a diversos Actos oficiales.
Al finalizar este largo período, el estado de las Ordenes Militares era crítico, ya que solamente quedaban con vida:
- En la Orden de Santiago: 1 Caballero
- En la Orden de Calatrava: 7 Caballeros
- En la Orden de Alcántara: 1 Caballero
- Y en la Orden de Montesa: 5 Caballeros
Todos ellos se habían Cruzado, antes del fatídico año de 1931.
El 22 de noviembre de 1975, tras la muerte del General Franco, Jefe del Estado Español, fue coronado como Rey de España el Príncipe D. Juan Carlos con el nombre de Juan Carlos I.
Inmediatamente S. M. el Rey, encargó a su Augusto padre el Conde de Barcelona, se ocupara de poner en marcha todos los trámites para la continuación y activación de la vida y asuntos de las Ordenes Militares, culminando con éxito toda la tramitación legal correspondiente, llevada a cabo por los pocos Caballeros que quedaban, anteriores a la Guerra Civil.
Finalizados los trámites legales y adecuados a la nueva situación, S. M. el Rey, en abril de 1981, designó a S. A. R. el Conde de Barcelona como Decano-Presidente del Real Consejo, con facultades de Gran Maestre de las Ordenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa.
Se reanuda así, una nueva etapa floreciente para la vida de las Ordenes Militares, llena de contenido y esplendor como Instituciones vivas bajo la protección y dirección de la Corona. Se reafirman en el mantenimiento de sus fines tradicionales como lo son, la Santificación Personal, la atención al Culto Divino en sus actos religiosos y a la Defensa de la Fe ante los males de nuestro tiempo, y a los que se agregan, por indicación del Obispo Prior dos nuevos objetivos o acciones a realizar, el Benéfico Social y el Histórico Cultural.
El 7 de diciembre de 1982, presidido por S.A.R. el Conde de Barcelona y con la asistencia del Obispo de Ciudad Real y Prior de las Ordenes Militares, Monseñor D. Rafael Torija de la Fuente, se realiza el primer Cruzamiento de nuevos Caballeros, según el tradicional Ceremonial, adaptado a los tiempos actuales, con la aprobación del señor Obispo Prior.
Se normalizan cuatro Reales Consejos por año, donde se despachan los nuevos expedientes de ingreso, siguiendo los criterios de información anteriores a 1931. El Consejo se compone de un Presidente y de dos Consejeros por Orden, además de contar con el asesoramiento de los Secretarios e Informantes de cada Orden. Se nombra un Fiscal que ostenta la máxima autoridad, en todas las cuestiones relativas a la información de expedientes.
El 1º de abril de 1993 fallece S. A. R. el Conde de Barcelona, Presidente de Real Consejo de las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, quien bajo su mandato, con el beneplácito de S. M. el Rey (q. D. g.), logró el resurgir y asegurar la pervivencia de las Ordenes Militares, que en tan grave situación encontró, al encargo de Su Majestad, por ello, los Caballeros siempre le tendrán presente en sus oraciones y en su profundo agradecimiento y lealtad.
S. M. el Rey D. Juan Carlos I, Gran Maestre Administrador Perpetuo por Autoridad Apostólica, tuvo a bien nombrar, con fecha 25 de junio de 1993, a S. A. R. Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, Infante de España, como Presidente de Su Real Consejo de las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Por expreso deseo de Su Majestad el Rey, los Reales Consejos comienzan a celebrarse en Palacio Real en el Salón llamado del Príncipe, y así sigue siendo hasta el día de hoy.
Bajo la presidencia da S. A. R. D. Carlos de Borbón-Dos Sicilias, Infante de España se consolida el desarrollo pleno de las Ordenes, con toda clase de Ceremonias y actos de gran esplendor, entre los que podemos destacar las magníficas relaciones de las Ordenes Militares con las Fuerzas Armadas, que culminan con los Hermanamientos de cada una de ellas con los Regimientos respectivos y del Real Consejo con el Regimiento de la Guardia Real.
Es muy importante para las Ordenes Militares, ser Patronos de dos Fundaciones, dependientes del Real Consejo de las Ordenes y que están a su cargo:
- La primera es, la Fundación del Hospital de Santiago de Cuenca, Institución que tiene su origen histórico en el año de 1182. Viene siendo administrada por la Congregación Religiosa de las Hermanas Hijas de la Caridad, siempre bajo la tutela primero de la Orden de Santiago y en la actualidad del Real Consejo. Hoy día se ha trasformado en una residencia de ancianos con una capacidad de 120 personas. Es Patrono, con carácter honorario, S. M. el Rey.
- La segunda fundación es reciente, de hace unos pocos años, es la Fundación Lux Hispaniarum, que el Real Consejo funda para el desarrollo de los proyectos benéficos y culturales que ya se están llevando a cabo, y que constituyen el cumplimiento de los fines culturales y asistenciales que las Ordenes se han propuesto.
Finalmente cada Orden Militar, actúa con toda clase de ayudas y colaboraciones en los lugares en donde estuvieron ubicados sus territorios históricos.
En el caso de la Orden de Montesa, sus territorios históricos estaban situados en el Reino de Aragón, abarcando fundamentalmente a las actuales provincias de Castellón, Valencia y Alicante.
- En Castellón, se mantiene un cordial vínculo con la población de San Mateo, sede que fue, durante muchos años, de los Maestres de Montesa, que residían en el Palacio Maestral.
- Otra localidad de gran arraigo con la Orden de Montesa, es la de Alcalá de Gisbert, también en la provincia de Castellón.
- Y como lugar principal, característico y específico para la Orden, está Montesa, con su Villa, su Iglesia y sobretodo con su Castillo que durante cuatro siglos fue sede e imagen del poder supremo de la Orden.
Destacamos en la Villa de Montesa, la Iglesia Parroquial, antiguamente dependiente del Castillo, con innumerables obras de arte todas ellas restauradas por el actual Párroco D. Juan Albelda Oltra, entre la que destaca un soberbio Órgano del Siglo XVIII, construido, en 1744 por Martín de Usarralde y Letegui y que gracias a las subvenciones aportadas por la Diputación de Valencia en 2001, con el ingente apoyo del que fue antiguo Presidente D. Fernando Giner y Giner, constituye hoy una de las joyas de esta Villa y en pleno funcionamiento con unos conciertos de música de época de enorme calidad y prestigio.
También cuenta Montesa, con un espléndido Museo, el cual contiene innumerables objetos, cuadros, libros y demás, que constituyen un tesoro para los amantes de Montesa y de su Orden, y cuya dirección la lleva a cabo D. Josep Cerdà i Ballester, cronista de la Villa.
Es justo mencionar, por ser una parte muy importante de la historia de la Orden de Montesa, el Palacio y sobre todo la Iglesia del Temple, sede de la Orden a partir del terrible terremoto de 1748 que destruyo el Castillo de Montesa.
En la actualidad, la estructura de la Orden de Montesa se mantiene, al igual que en las Ordenes hermanas, con las mismas características que en tiempos del Rey D. Alfonso XIII. Los Caballeros a su ingreso en la Orden, se les considera Novicios y deben una vez realizada su Profesión pasan a la categoría de Caballeros Profesos, los cuales constituyen el conjunto decisorio de la Orden. De entre estos, se nombran las Dignidades y Comendadores, que constituyen, junto con los Cargos, la cabeza de la Orden.
No podemos dejar de mencionar la extraordinaria relación que existe entre las Fuerzas Armadas y las Ordenes Militares; en el caso de la Orden Militar de Montesa, nuestra acción está concentrada y dirigida hacia el Regimiento Montesa, heredero histórico de aquel que se fundó para defensa de la unidad de España en los difíciles años de la sucesión del Rey Carlos II. Y con el cual la Orden de Montesa realizó su hermanamiento, en mayo del año 2000.