» Orden de Montesa » Antecedentes históricos
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Para conocer las causas de la fundación de la Orden de Santa María de Montesa, se hace necesario, aún de forma somera, hacer referencia a la presencia en España de la Orden Militar del Temple.
La Orden del Templo de Salomón, fue fundada en 1118 en Jerusalén por el Caballero Hugo de Payens, para defensa de los Santos Lugares y de los peregrinos, que con enorme fervor acudían a Tierra Santa desde cualquier punto de la Cristiandad.
Consolidada y apoyada la Orden por los Papas, su poder se extiende por toda Europa llegando a España para intervenir en las guerras de Reconquista con carácter de Cruzada. Participó en los reinos de Galicia, León y Extremadura, y de una forma muy especial en el reino de Aragón. Por todo ello los reyes, le hacen donación de numerosos castillos por toda la geografía española. Recordemos, el castillo de Calatrava y el muy famoso castillo de Monzón.
Durante la reconquista del Reino de Valencia, llevada acabo por la Corona de Aragón, tuvo un papel preponderante y por ello obtuvo recompensas en plazas fuertes y amplios territorios por concesiones reales.
A pesar de haber prestado grandes servicios a la Cristiandad, en 1307 fueron acusados por el Rey de Francia Felipe IV, llamado el Hermoso, ante el Papa Clemente V, de graves crímenes y herejías, el cual ante las presiones del rey, acabó por autorizar su prisión. Fueron torturados y juzgados, acabando muchos de ellos pereciendo en la hoguera.
El Rey D. Jaime II de Aragón, no había dado crédito a las graves acusaciones que recayeron sobre la Orden del Temple y los templarios, y así se lo hizo saber al Rey de Francia Felipe IV y posteriormente al Papa Clemente V; no obstante y con pesar, acató las órdenes del Papa y mando prenderlos. Estos, opusieron resistencia y se hicieron fuertes en el Castillo de Monzón, pero finalmente fueron vencidos, hechos prisioneros y trasladados a Salamanca donde fueron juzgados.
Con esta situación, tras la desaparición para siempre de la Orden del Temple, el Rey de Aragón Jaime II albergó la intención de poder disponer de una Orden Militar propiamente aragonesa a semejanza como tenía la Corona de Castilla con las de Santiago, Calatrava y Alcántara y que podría evitar el desmesurado crecimiento de poder de la Orden del Hospital, dentro de sus estados.
Por ello y para evitarlo, envió como embajador a la Santa Sede de Avignón al noble valenciano D. Vidal de Vilanova para tratar con el Papa Clemente V sobre el futuro de los bienes que el propio Papa le había negado para la Corona. El Rey, a través de su embajador, realiza la propuesta al pontífice para la creación de una nueva orden militar dotada con los bienes que los templarios y los hospitalarios poseían en el Reino de Valencia, además ofrecía como sede de la nueva orden el castillo y villa de Montesa que eran de propiedad real.
Nada consiguió el Rey del Papa Clemente V, pero el destino facilitó las cosas pues muerto el Papa, su sucesor Juan XXII elegido en 1316, ante una nueva embajada del Rey Jaime II, termina por acceder a sus pretensiones promulgando la Bula de creación “Pía matris eclesia” de 10 de junio de 1317, por la que se creaba la Orden Militar de Santa María de Montesa.
En consecuencia, fue dotada con los bienes procedentes de la Orden del Temple y del Hospital que tenían en el Reino de Valencia. Por su parte el Rey cumplió su palabra cediendo a la Orden, el Castillo y Villa de Montesa, con la alquería de Vallada, para construir en ese lugar el Convento, sede de la nueva Orden. La Orden toma la Regla del Cister (Regla de San Benito)
Al día siguiente de promulgar la Bula fundacional, once de junio, el Papa Juan XXII facultó al Abad del monasterio de Santes Creus, para que en su nombre eligiera el primer Maestre de Montesa.
Tras algunas dificultades con el Maestre de Calatrava, frey García López de Padilla, el día 22 de julio de 1319, en la Capilla de Santa Águeda del Palacio Real de Barcelona, en presencia del Rey Jaime II, del Obispo de la ciudad, de los Abades cistercienses de Santes Creus, Valdigna y Benifassá y algunos Caballeros de las Ordenes de la Merced, de San Juan del Hospital y de San Jorge de Alfama, frey Gonzalo Gómez Comendador de Alcañíz, con plenos poderes del Maestre de Calatrava, impuso el hábito de la nueva Orden a D. Guillem de Eril, a D. Galcerán de Bellera y a D. Erimau de Eroles. A continuación, tras admitir la Profesión de los nuevos montesianos, el Abad del Monasterio de Santes Creus, frey Pere Alegre nombró por delegación pontificia, el primer Maestre de Montesa al noble catalán frey Guilem de Eril.
Quedó así, definitivamente establecida la Religión Militar de Montesa. Desde su fundación adoptaron como emblema una cruz negra flordelisada colocada sobre el manto blanco en el lado izquierdo a la altura del pecho.
Creada la orden, el siguiente paso a seguir, era tomar, por parte del Maestre frey Guillem de Erill, la posesión de los territorios que iban a formar parte del Señorío y que provenían de los bienes templarios y hospitalarios en el Reino de Valencia; sin embargo, durante el mes de agosto de 1319, el Maestre enfermó gravemente hasta el punto de tener que otorgar poderes al Clavero de la Orden, frey Erimau de Eroles para que en su nombre pudiera tomar posesión de las diversas villas y lugares.
Días después de que el Clavero tomara posesión de los territorios de la Orden, el 4 de octubre de 1319 moría en Peñíscola el primer Maestre D. Guillem de Eril.
Prevenido el Papa, por el Rey Jaime II de la gravedad de la enfermedad del Maestre y puestos de acuerdo los dos, en la sucesión del maestrazgo, Juan XXII, extendía una Bula por la que delegaba de nuevo, en el Abad de Santes Creus la elección de un nuevo Maestre de Montesa. El 27 de febrero de 1320, frey Arnau de Soler, personaje muy cercano al Rey Jaime II, era elegido nuevo Maestre de la Orden de Santa María de Montesa.
Es notable observar la sintonía entre el Rey y el Papa, para tan importante elección fiándose el uno del otro, dejando aquel, en manos del Rey a través del Abad de Santes Creus, la designación de una persona de confianza y lealtad a toda prueba y que satisfacía todas las perspectivas que el Rey tenía puestas en la nueva Orden.
En el año de 1393, el Maestre Frey Berenguer March, solicitó al Papa Clemente VI que los miembros que así lo deseasen, pudiesen ser armados Caballeros según las reglas de la Caballería, accediendo favorablemente el Pontífice mediante Bula de fecha 5 de agosto de 1393, así pues, para entrar en la Orden como Caballero fue necesario probar la nobleza notoria y para los freyles y clérigos, solamente legitimidad y limpieza de sangre. Posteriormente, ya en 1573, se estableció a partir de las normas y definiciones, la exigencia de un expediente escrito de pruebas de nobleza y limpieza de sangre. En Montesa esas pruebas debían de hacerse sobre los dos primeros apellidos, según las reglas tradicionales de la hidalguía de Sangre a Fuero de España.
En cuanto a las obligaciones y deberes de los miembros de la Orden, debían mantener los tres votos religiosos tradicionales de castidad, pobreza y obediencia y para el perfecto cumplimiento por parte de los Caballeros, existían freyles clérigos, con ordenación sacerdotal que organizados en Prioratos, se ocupaban del mantenimiento espiritual de todos los miembros, siendo la cabeza de todos ellos el Prior del Sacro Convento de Montesa.
Las dignidades y cargos de la Orden eran producto del orden jerárquico dentro de ella. La autoridad suprema era ejercida por el Maestre al cual elegían los demás miembros de la orden reunidos en Capítulo General. Seguían en orden jerárquico, el Comendador Mayor que asumía la jurisdicción espiritual de la Orden en ausencia del Maestre, el Clavero que a su cargo estaban las llaves del Sacro Convento, el Obrero quien cuidaba del mantenimiento y obras del Convento, el Subcomendador guarda o alcalde del Castillo, un subclavero que ejercía la jurisdicción temporal sobre las villas de Montesa y Vallada, y un largo etcétera de albaceas, caballeros y freyles clérigos que tenían a su cargo encomiendas, vicarías, prioratos y rectorías.
El Sacro Convento de Montesa fue edificado, en gran parte, durante el mandato del Maestre frey Pedro de Tous (1327 – 1374), continuando las obras los maestres posteriores, entre otros, frey Luis Despuig (1453 – 1482) y frey Francesc Bernat Despuig (1506 – 1537).
Se produce un hecho singular en la historia de la Orden de Montesa y es la incorporación a su disciplina de la Orden de San Jorge de Alfama en 1400.
La Orden Militar de San Jorge de Alfama fue fundada en el año 1201 durante el reinado de D. Pedro II, para defensa de los territorios cristianos de las correrías de los berberiscos en las costas de Tortosa, desde Oropesa al Coll de Balaguer. La Orden nace bajo la regla de San Agustín.
Después de subsistir la Orden hasta el agotamiento de sus rentas, en el año de 1399, el Maestre D. Francisco Ripollés comunica al Rey de Aragón D. Martín I el Humano, el estado ruinoso y de extrema necesidad en el que se encuentra la Orden, lo que le impide cumplir con la misión de defender los territorios encomendados desde Oropesa hasta el Coll de Balaguer.
En vista del deplorable estado de la orden el Rey tomó la decisión de incorporarla a la Orden de Santa María de Montesa y así lo convinieron ante el rey, el Maestre de Montesa frey D. Bertenguer March y el de San Jorge frey D. Francisco Ripollés, quien renunciaba en ese acuerdo a su Maestrazgo.
El Papa aceptó la renuncia y las propuestas del Rey D. Martín y mediante Bula de 24 de enero de 1400 unió para siempre la Orden de San Jorge de Alfama a la de Montesa; pasando esta a denominarse Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, adoptando por imposición del monarca dada la secular devoción de los reyes de la Corona de Aragón a San Jorge, la cruz llana de gules de San Jorge en sus mantos y hábitos, continuando bajo la disciplina del Cister y la Regla de San Benito.
La Orden de Montesa, desde su creación participó activamente en las dos más importantes campañas que en aquella época tenían emprendidas los Reinos de España; por un lado y de cara al interior, la participación en las guerras de Reconquista y por otro, su implicación activa en la expansión hacia el mediterráneo emprendida por el Reino de Aragón para favorecer el comercio catalano-aragonés hacía oriente.
Ya en 1323, con motivo de la conquista de Cerdeña por el Rey Jaime II, Montesa ayudó al rey con hombres y dinero, recibiendo a cambio una serie de privilegios comerciales en el Reino de Cerdeña.
Una característica destacable de la Orden de Montesa, es su fidelidad y lealtad, siempre a favor del Rey, fuera quien fuera y en el tiempo que fuera, como así ha sido y así es hasta nuestros días.
En 1410 y 1412, la Orden de Montesa intervino activamente en las campañas de Italia al lado de Rey Alfonso V el Magnánimo. El sexto Maestre frey Rumeu de Corberá al mando de una galera combatió a los insurrectos de Cerdeña y Sicilia: Fue nombrado Almirante de la Flota en las luchas contra los Genoveses, derrotándolos en la Foz de Pisa, propiciando con ello, el dominio aragonés sobre el reino de Nápoles. En estas campañas, también destacó el séptimo Maestre frey Gilaberto de Monsoriú en 1445.
Respecto a la organización interna, la Orden se regía por sus Definiciones, es decir reglas de conducta que los miembros tenían la obligación de conocer, guardar y observar y que servían para regular la vida tanto del monje, como la del Caballero, en la paz y en la guerra. No debemos olvidar que la disciplina del Cister era la columna sobre la que se sostenía toda la estructura de la Orden. En las Definiciones se especificaba todas las obligaciones del monje junto con todo un sistema penitencial para corregir las posibles desviaciones.
En todo momento la Dignidad suprema fue el Maestre, elegido en Capítulo General por todos los Caballeros, elevándose al Papa la correspondiente propuesta para su definitiva aprobación. Algunas veces, por intervención de los Reyes ante los Papas, la elección del Maestre no era de conformidad de la Orden, dando lugar a fuertes tensiones y serias disensiones. Así por ejemplo, tenemos el caso de Fernando el Católico que en 1482, forzó la elección como IX Maestre, de Felipe de Aragón y Navarra, chocando con la reacción del Papa Alejandro VI reacio a ello, al tener intereses familiares los Borja, dentro de la Orden de Montesa.
Al quedar unidas las Coronas de Aragón y de Castilla en 1479, con el matrimonio de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel celebrado en el mes de octubre de 1469 en Valladolid, se produce el esfuerzo final, para lograr la expulsión definitiva de los árabes de España.
Pacificada la Nobleza castellana rebelde, y sometida, a la política de la Reina Doña Isabel, se alcanza con el armisticio con Portugal, una paz real y verdadera en los Estados de Castilla y Aragón, mientras continúan las luchas internas en el Reino de Granada.
En los diez años que duró la contienda de Granada, las Ordenes Militares Castellanas de Santiago, Calatrava y Alcántara y la Aragonesa de Montesa, participaron de una forma directa y eficaz tal como aparece en las crónicas de la época. Hipólito Samper nos relata la participación de Montesa en las conquistas de Mojacar, Vélez Rubio, Vélez Blanco y demás pueblos de Almería, donde el noveno Maestre frey D. Felipe de Aragón y Navarra, hijo del Príncipe D. Calos de Viana, por lo tanto, primo del Rey, va al frente de su Orden a pelear con arrojo y bravura, en el sitio, de una de las plazas más críticas y de las mejor fortificadas, como era Baza, en donde desgraciadamente muere de un arcabuzazo el 10 de julio de 1488.
Con la toma definitiva de Granada el 2 de enero de 1492, culminaron las gestas militares de las Ordenes de Caballería, que como tales, desempeñaron en la historia de España, en su lucha frente a los árabes invasores y reconquista de los territorios ocupados.
Las Ordenes Militares, en consecuencia, llegaron a tener formidables ejércitos y enorme poder en sus territorios afectos. Los Reyes Católicos ante esta situación de poder disperso, dentro de los territorios de la Corona, emprenden la modernización de sus ejércitos, en busca de la creación de un ejército más profesional y directamente dependiente de la Corona unificadora de todos los reinos de España.
Por todo ello los Reyes Católicos, y en interés de un estado moderno, inician el proceso de asunción, por parte de la Corona, de los Maestrazgos de las Ordenes Militares. Comienza así una de las empresas más delicadas e importantes, encaminada a lograr los acuerdos necesarios entre las Ordenes, la Corona, y la Santa Sede, que condujeran a la incorporación de los Maestrazgos, a la Corona de Castilla.
La incorporación de estos tres maestrazgos le supuso a la Corona hacerse con el control de unos inmensos territorios además de su intervención de forma directa en los asuntos administrativos e internos de las tres Ordenes; tales como la aprobación de expedientes personales, pruebas de nobleza, Concesión de hábitos y encomiendas, etc. Por todo ello, se creó el Consejo Real de las Ordenes; En el libro impreso en 1700, titulado “Los Magistrados y Tribunales de España”, perteneciente a la Biblioteca del Real Consejo, especifica que este Consejo fue creado en 1489. No todos los autores, se ponen de acuerdo en la fecha de su creación por los Reyes Católicos.
Para las Ordenes Castellanas, llegó su incorporación definitiva a la Corona de Castilla, durante el reinado de Carlos I por medio de Bula “Dum intra nostra” de S.S. el Papa Adriano VI, dada en Roma a 4 de mayo de 1523.